Diario de un porteño: Lecciones de perro

Mi perra es una kiltro negra y orgullosa, es mezcla de tantas razas que el veterinario no sabe cuaá es la que domina. Mi perra también es porteña, nació en las rocas de la Caleta Portales junto a sus 9 hermanos y su madre soltera. Es aperrada como ella sola, sobrevivió 2 meses a punta de cabezas de pescado y los restos que le daban los pescadores. Mi perra fue la última rescatada de sus hermanos, simplemente porque no se quería ir de la caleta. Mi perra es selectiva, de toda su familia fue la última en ser adoptada. Mi perra también es buenamoza aunque con el paso de los años sus pelos negros han cambiado de color y cada día están más blancos. Mi perra tiene mal genio, no le gustan los intrusos ni que invite gente a la casa. Mi perra es compañera fiel, mientras escribo estas líneas duerme apoyada en mis pies y cada cierto rato despierta sólo para mirarme y asegurarse de que estoy ahí.
Mi perra ama ir a la playa, pero no le gusta ir a Viña, le gusta ir a la San Mateo y correr entremedio de los chiquillos. Mi perra es media lanza y un poco busquilla, si no me doy cuenta siempre se roba comida de la cocina.
Mi perra pudo ser una callejera o morir en la caleta con las marejadas, pero se salvó porque nos vió y nos adoptó como su casa.
Mi perra me enseñó tres grandes lecciones, la primera es que en el mundo todos somos perros y tenemos que querer a nuestra manada. La segunda es que el hogar es donde cuando llegas te mueven la cola, saltan y te langüetean, tercero que no hay nadie más fiel que un kiltro porteño.