Sexo en el puerto: La mona

Mónica era una chica del sur que había llegado a Valparaíso con el fin de estudiar sus dos últimos años de nutrición. Era muy estricta con su dieta de alimentos, hacía bastante deporte, parecía llevar una vida sana aunque con el tiempo logré notar que tenía problemas con el alcohol. Vivía en un tercer piso, en un edificio frente a Caleta Portales, lo compartía con Victoria, su mejor amiga.
Era mi primera temporada entrenando con el equipo de fútbol de la universidad, Mónica se incorporó a jugar luego de un receso que hizo por voluntad propia, debido al adelantado proyecto de título que estaba preparando. Ella era seca para jugar a la pelota, y la reina del tercer tiempo, con su llegada empezamos a ganar más seguido y también, a celebrar más seguido. Un viernes se alargó el tercer tiempo en el departamento de las mejores amigas, Victoria nos hizo saber a gritos que tenía ganas de ir a Máscara, Mónica prendió en seguida para salir (como siempre), la disco no era mi estilo, pero los goles y las cervezas me motivaron lo suficiente para decir que sí. Compramos un pack más y escuchamos The Smiths. Victoria estuvo largo rato wasapeando para saber si es que se juntaría o no con un tipo, Mónica se cambió de ropa, y yo pensé que me hubiera gustado más ver esos papeles invertidos a través del espejo del closet, Mónica estaba bien,pero su amiga tenía una belleza particular.
Llegamos a Máscara, chicos vestidos de negro, unas de ropa ochentera, otros con estilos londinenses, distintos acentos, ahí transitaba de todo y yo me lo había perdido durante mucho tiempo, era mi primera vez. Ellas pidieron whisky, yo una piscola, bailamos las tres, se encontraron con unos amigos, fui al baño, volví, Mónica iba en la mitad de su segundo trago, Victoria se comía a uno vestido de negro, Mónica saltaba eufórica, paró, empezamos a besarnos, yo había apostado por su amiga pero claramente era un caso perdido. Bailamos, nos volvimos a besar, tomó mi mano y bajamos una escalera, -. ¿Dónde vamos? -. Dije- A mi pieza-. Contestó.
No tenía la seguridad de querer acostarme con Mónica; de haber pensado en eso, más bien me lo habría imaginado con Victoria. Llegamos al departamento, abrimos unas latas y dijo -. Tenemos dos reglas en este hogar: Uno, lo que pasa acá, acá se queda, y dos, no fumar adentro (mientras me quitaba el cigarro de la boca)-. Sonaba Milk de Garbage en su celular, se tomó lo que le quedaba de cerveza, abrió otra y nos besamos. Llegamos sin poleras a su dormitorio, me tiró en la cama, ya no teníamos pantalones, hacía frío y me dieron ganas de ir al baño, estaba tan caliente que lo evitaba pero ya no podía aguantar; le dije.- Tengo que ir al baño-. Me demoré 2 minutos, volví y ella estaba dormida, revisé su lata, estaba vacía.
Yo media desvestida, ella en coma , la tapé con el cobertor, saqué una frazada para mí, tomé un sorbo largo de una cerveza abierta que estaba en el comedor, prendí un cigarro para ver si se esfumaba lo desmoralizada que me sentía, pensando, además, en lo tarde que era para irme sola a casa. Puse play, sonaba This Charming Man de fondo mientras intentaba levantar mi ego semidesnuda, rompiendo la mitad de las reglas de la casa.
Victoria abrió la puerta, enviaba un mensaje de voz -. ¿Qué te pasa?, idiota. Eres un…-. Me miró fijo, apagué el cigarro, preguntó -. ¿Y tú?-.
-. Tu amiga, se quedó dormida-. Respondí.
-. Ven a dormir conmigo, la Mona pega patadas cuando anda así de ebria.- Concluyó. Me acosté en su cama, estaba todo oscuro, la oí desnudarse, sentí que quedamos de frente, acarició mi pómulo izquierdo, y me besó. Tuvimos buen sexo, no hablamos, tampoco nos miramos, sólo nos tocamos hasta alcanzar el sueño.
Me desperté con un rayo de luz invadiendo la ventana, la miré detenidamente, el sol descubría lentamente lo que había pasado durante la noche. Fui a la cocina, prendí un cigarro, y cerré por fuera, todo se quedó ahí, eran las reglas de las casa.
Autor: Makarena Sanderson
Publicista/Escritora y noctámbula porteña
Fotografía: Maritza González