El retrato de Valparaíso

Recuerdo que hace un poco menos de 4 años daba mis primeros pasos en la llamada Gran Joya del Pacífico, Valparaíso patrimonio de la Humanidad. Aún tengo en memoria el exceso de idealismo con el cual cargaba mi prejuicio positivo a una ciudad cultural, llena de arte y estímulo visual, aspectos con una carga seductora para un fotógrafo que venía realizando acciones a nivel de gestión cultural en otras ciudades de Chile. Instalé mis pies de forma definitiva en la región, cámara en mano y hacer ciudadanía en este cielo de colores y agridulces contrastes. Recuerdo cuando muchos colegas me advertían, a qué vas a Valparaíso, allá está todo hecho. Pero como buen fotógrafo que más pesada que su cámara es su porfía, decidí recorrer sus calles, sus cerros y caletas. Aún recuerdo una de las primeras capturas que revelé a las pocas semanas de estar aquí la cual titulé El Retrato de Chile.
Esta captura la logré en Cerro la Cruz, lugar alejado del colorido y cuidado sector más turístico acondicionado para encandilarse con sus miradores, faroles, y fachadas que esconden comercios de todo tipo. Fue tan violento para mi lograr este retrato que de pronto me vi absorto en un cuestionamiento social que dolía, entre más pasaba el tiempo menos entendía Valparaíso. Conectaba con diversas personas, artistas e instituciones que proponían llenar de color una ciudad que entre más me salía del circuito turístico era lo que menos encontraba. Entonces, dónde están todos los actores relevantes que convierten a Valparaíso en una ciudad cultural llena de color y vida? Fue al cabo de llevar casi dos años en el Puerto que descubrí el humo que envuelve a esta mítica ciudad compuesto por entusiasmo y ganas, pero carente de una actitud vital para hacer del humo un proyecto concreto que enriquezca el aspecto más postergado que es el trabajo disciplinado y la falta absoluta de apoyo por las autoridades locales. Sentir que todo aquello de ciudad cultural era más una propagada turística que una realidad cierta me golpeó a un nivel de considerar mi autoexilio. Pero como bien dije, la porfía que en este caso pesó más que mi cámara hicieron que decidiera quedarme con una esperanza amparada en trabajo y la observación. Había que convertir el humo en acciones concretas, había que construir tribuna y decir algo, había que saber observar. Había que vivir Valparaíso, escucharla y abrazar su historia para entender su evolución. Los resultados de esta acción son cuentos para otra columna, pero fruto de mi propia guerrilla hoy me declaro porteño porque creo fielmente que Valparaíso elige a sus soldados y después de un inicio violento, entendí que era una prueba para mi propia selección definitiva.
Mis colegas se equivocaron rotundamente, en Valparaíso hay mucho que hacer desde el punto de vista de las artes y la cultura; desde el emprendimiento y la gestión. Valparaíso es una plaza inagotable de oportunidades pero que demanda valor, creatividad y sobre todo disciplina. El crecimiento diverso, cultural y artístico no pasa por la espera sentado en una cuneta de la Plaza Aníbal Pinto, sino que por vivir la ciudad de punta a punta, entender que aquel eje del carrete y la buena onda dista mucho de la realidad social de las zonas altas de los cerros y que es la materia prima para hacer de la nebulosa de ideas material concreto por lo cual con orgullo podremos gritar Valparaíso ciudad cultural.
Para Orgullo Porteño, mi primera columna. Se agradece el espacio y sobre todo el aporte y los esfuerzos que se realizan para seguir enriqueciendo la ciudad que tanto amamos.
Sebastián Runner, Fotógrafo. Autor del portafolio “Postales Humanas – Valparaíso”. Exhibe y comercializa sus obras en su galería fotográfica, ubicada En Casa Dimalow, Cerro Alegre, Valparaíso. Docente y Charlista. Elegido como usuario sugerido de Instagram a nivel mundial.