14 de porteño o amor a la porteña
París es la ciudad del amor, el romanticismo y la pasión, y Valparaíso, bueno Valparaíso es muchas cosas pero de ciudad del amor no tiene nada, al menos no de ese amor que nos vendieron los cuentos de Disney.
Y sí que la vista al mar, el buen vino y los cerros iluminados son el anfiteatro perfecto para la melosidad, pero el amor porteño no conoce de esos vericuetos dulcificados.
No, el amor porteño no es de rosas y globos con corazones, los verdaderos porteños no se compran con facilidad el cuento de San Valentín, no creen en los cuentos de hadas ni los finales felices, aunque sí están en ello se entregan pero sin melodramas ni juramentos tortuosos, quizás sea porque todo porteño ya encontró su amor eterno que no tiene caderas de mujer ni brazos de super Boy.
Ha pasado ud. un día de los enamorados en el puerto soñado? De seguro sus ojos inexpertos han visto como en todos lados regalos, osos gigantes, flores y bombones por doquier, pero lo que no han visto es la celebración del día de los desenamorados, sí leíste bien, DESENAMORADOS
Fue hace ya varios años, cinco amigas compañeras de trabajo nos alistábamos para iniciar nuestras vacaciones un 14 de febrero, yo viajaría esa noche sola al valle del Elqui, no faltó la viñamarina despistada que se lamentó por mi terrible suerte y me alentó a no dejar de soñar, quizás al año siguiente seríamos dos (¿Por qué habrá imaginado que necesitábamos ser dos?).
Y bueno ad portas de mis vacaciones y en el corazón de Cerro alegre, en una casita porteña enclavada en las nubes y sostenida por el milagroso hechizo de ángeles traviesos, que la sostenían toda ella afirmaba en dos escuálidos pilares, fuimos llegando una a una.
Unas con vinos, otras con champiñones y quesos, no faltaron los bombones Y de fondo una música de tambores africanos iniciaba la fiesta de los corazones que no quieren tener dueño.
Reímos profusamente. Cinco mujeres de las más variadas edades, ninguna estaba realmente soltera, ninguna quería pasar con esos esta noche de valentines. Pensarán que la noche las llevó a maldecir su mal amor, pero lo cierto era que ellas estaban justo donde querían. Una vieja amante de un hombre eterno del cual no esperaba jamás ser la oficial, otra solitaria que cada cierto tiempo caía con ese hombre que sabe no le conviene pero le hace arder hasta las entrañas.
Estábamos ahí celebrando el día de los desenamorados, no por decepción sino por opción . Sabíamos que la monogamia era una falacia, que tarde o temprano todos caen en lo que la madre Natura manda.
No creíamos en el amor para toda la vida ni en que entre las piernas teníamos lealtad. No, sabíamos que no éramos ni seríamos esas mujeres que entran de blanco al altar, más bruja que Santa, más putas que vírgenes, esas éramos nosotras ocultando lo que somos, lobas libres y liberadas, ocultas aún siglos después, por temor a ser juzgadas, porque aún es mal visto no creer en la monogamia.
Ahí estábamos nosotras, esa noche no bajamos al Playa, era nuestra noche sagrada, de risas y llantos, de sueños y temores, era un poco subnormal disfrutar la promiscuidad, era un secreto a voces en realidad, al menos teníamos la libertad de celebrar con la verdad, sin farsas, sin mentiras, sin promesas incumplidas, nosotras cinco nada más.
La noche siguiente iba rumbo al Valle del Elqui, con el mejor día de los desencantados en el cuerpo, al otro lado del bus uno de ellos me esperaba, nervioso y deseoso, sin mañanas ni para siempre. Sólo nosotros.
Autora Invitada: Maia