Diario de un porteño: La barricada

Salí del trabajo y me dirigí como siempre a mi puerto, andaban pocas micros y también poca gente así que no me costó mucho subirme a una y partir rumbo a la casa. En el aire se respiraba algo extraño, esa especie de electricidad en el aire que se percibe antes de las tormentas. Me bajé en Bellavista, los punkies seguían en su lugar habitual haciendo la revolución a base de machetear y tomar vino en caja, supuse que les había ido bien, ya estaban varios tirados durmiendo en el piso.
Seguí caminando con dirección a la Subida Ecuador, a lo lejos se observaba una columna negra, el clásico humo de las barricadas, avancé y mientras más cerca estaba más notaba la barricada, los encapuchados ni me pescaron, ni un baila pasa, ni un apúrate nada.
Llevo media cuadra y a mis espaldas aparece el guanaco junto con Fuerzas Especiales disparando lacrimógenas como si estuvieran en promoción, disparando al cuerpo, a las espaldas de quienes arrancaban, los zapatos me traicionaron me resbale pero logre ponerme detrás del muro en la parte en que se junta el pasaje peatonal con la calle en la Subida Ecuador, a mi derecha un fuerzas especiales con cara de haber consumido más cocaina que Al Pacino en Caracortada me apunta con su lanzador de lacrimógenas, intento correr a la derecho un ser de similares características dispara hacia donde el resto de los manifestantes miraba mi situación, estaba tan cerca de los pacos que podía ver como salía el fuego de sus armas antidisturbios, fue en ese momento en que el paco me mira y apunta directo a la cara, ahí el tiempo se congeló pensé en los que ya han perdido sus ojos, en mi familia, mis perros, mi trabajo, fue menos de un segundo pero fue suficiente para ver todo.
Un grito me sacó de mi trance, ¡¡¡AHORA LOCO CORRE!!! piedras comenzaron a llover hacia los carabineros quienes tuvieron que cambiar su punto de mira hacia los manifestantes, yo ahogado y ciego por el humo corrí hacia las voces, alguien me tomó de la mano y llevó hacia adelante, me tiraron agua con bicarbonato, acompañaron hasta que pudiera ver y me encaminaron para seguir el camino a casa.
Gracias cabros, gracias primera línea, por ustedes no perdí los ojos.