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Sexo en el puerto: El bartender

By Valentina
diciembre 23, 2023
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Valentina es porteña y periodista.
Acaba de volver a Valparaíso luego de terminar sus estudios en España y quedarse algunos años recorriendo el viejo continente. En esta su columna, nos cuenta sus aventuras desde que volvió a nuestro puerto.

Para refrescar el calor de las tardes veraniegas, me decidí recorrer las estrechas calles del Cerro Alegre, famoso por sus encantadores restaurantes y bares. De manera rápida econtré un lugar acogedor que para proteger la identidad de los involucrados omitiré el nombre, con vista al puerto, donde mis ojos se encontraron con los de un atractivo bartender de mirada intensa.

—Hola, ¿qué puedo prepararte? —preguntó, con una sonrisa cautivadora.

—Sorpréndeme con tu cóctel más especial —respondí, tomando asiento en la barra.

Su nombre era Diego. La conversación fluyó fácilmente entre risas y anécdotas. A pesar de la diferencia de edad, descubrimos una conexión palpable.

—Tienes una habilidad increíble con los cócteles, Diego. De verdad, es un arte — elogié, levantando mi copa.

—Es mi verdadera pasión, y estoy agradecido de poder compartirla contigo esta noche.

Mientras Diego preparaba mi segundo cóctel, no pude evitar lanzarle un coqueteo juguetón.

—Espero que este cóctel tenga un toque de tu encanto personal —dije con una sonrisa pícara.

Diego rio, devolviendo el juego.

—Solo para ti, Valentina. Un toque especial, como el atardecer.

La química entre nosotros creció, y con cada intercambio, las miradas y sonrisas cómplices se intensificaron.

—Tal vez deberíamos dejar de coquetear con los cócteles y probar algo más… peligroso —sugerí, levantando una ceja de manera sugerente.

Sin perder la compostura, respondió con una mirada juguetona.

—¿Y qué tienes en mente? ¿Algo más fuerte que un cóctel?

—Tal vez deberíamos crear algo juntos, ¿qué te parece? —propuse, con una mirada sugerente.

—¡Por supuesto! Será divertido. Vamos a ver qué podemos inventar —respondió Diego, emocionado.

Él desde su lado de la barra y yo medio encaramada sobre mi lugar, trabajamos en equipo, compartiendo risas y roces casuales de manos mientras mezclábamos sabores y explorábamos el arte de la coctelería.

—Aquí tienes, un cóctel único para una noche única —dijo Diego, sirviendo la mezcla.

Las horas pasaron rápido y al final de la velada, dejé una nota con mi número en la barra, despidiéndome con una sonrisa pícara.

Una vez en casa, mi teléfono vibró con un mensaje de WhatsApp.

—Hola Valentina, ¿llegaste bien? La noche no será la misma sin tu encanto en el bar.

Sonreí al leer su mensaje y respondí con un toque de coquetería.

—Sí, llegué a salvo. Pero la verdadera pregunta es, ¿cómo sobrevivirás sin mi encanto esta noche?

—Será difícil, lo admito. Tal vez necesitaré un cóctel especial para consolarme.

—O tal vez podríamos encontrarnos de nuevo para que pueda devolverte ese toque especial en persona.

—Esa suena como una excelente propuesta. ¿Qué te parece mañana? Te mando la ubicación del bar de unos amigos.

—Perfecto. Estaré esperando con ansias ese cóctel y, por supuesto, tu compañía.

Intercambiamos risas y coqueteos a través de los mensajes, creando una atmósfera de anticipación para nuestro próximo encuentro. La conversación continuó durante toda la noche, revelando más de nosotros mismos mientras compartíamos secretos y risas a través de la pantalla del teléfono.

—Valentina, eres tan intrigante. ¿Qué más debería saber sobre ti?

—Eso es algo que tendrás que descubrir en persona. Las palabras no siempre pueden expresar todo, ¿verdad?

—Tienes razón. Espero ansioso descubrir cada capítulo de tu historia.

—Y yo, estoy emocionada de que tú formes parte de mi historia.

Acepté la sugerencia de Diego y nos encontramos en un bar más íntimo en la subida Ecuador. Después de compartir risas y cócteles, Diego propuso continuar la noche en su casa, una invitación que acepté luego de fingir que lo meditaba unos segundos.

Al llegar a su hogar, me guió a oscuras  apresuradamente hacia su dormitorio, murmurando que no estaba solo. La atmósfera se llenó de anticipación mientras nos adentrábamos en una noche de pasión. A medida que las caricias se volvían más intensas y los susurros más apasionados, Diego me pidió que mantuviera el silencio.

—Mi compañero de departamento es bastante reservado. Necesitamos ser discretos, ¿de acuerdo? —susurró Diego, con una mirada intensa.

Asentí con una sonrisa, sumida en la complicidad del momento. La noche avanzó entre susurros y suspiros, pero cada vez que mi risa o algún gemido amenazaba con romper el silencio, Diego me pedía suavemente que guardara discreción.

—Shh, Valentina. Recuerda, no estamos solos aquí —me susurró, con una mezcla de deseo y precauciónA pesar del desafío de mantener la calma, la tensión añadió un toque emocionante a la experiencia. La complicidad compartida creció con cada secreto compartido en la penumbra del dormitorio. La pasión y el misterio se entrelazaron, creando una noche única llena de susurros, risas silenciadas y la promesa de un secreto compartido.

Al despertar al día siguiente, con la luz del sol filtrándose tímidamente por las cortinas, noté que Diego aún dormía profundamente. Con cuidado, me vestí en silencio, tratando de no perturbar su sueño. Al abrir la puerta del dormitorio, me encontré en el comedor, pero mi sorpresa fue mayúscula al ver a una pareja de edad desayunando, mientras me miraban con sorpresa.

—¡Oh, hola! —exclamé, sorprendida, tratando de ocultar mi incomodidad.

Diego, al escuchar mi voz, se despertó abruptamente y se asomó desde el pasillo, con una mirada de sorpresa y preocupación.

—Valentina, esto es… bueno, sí, estos son mis padres. Padres, ella es Valentina —dijo Diego, visiblemente nervioso.

Me esforcé en mantener la compostura y me presenté, aunque la incomodidad flotaba en el aire. Rápidamente, me despedí, agradecí a Diego por la noche y salí de la casa, sintiendo las miradas inquisidoras de los padres de Diego siguiéndome hasta la puerta.

Una vez afuera, suspiré aliviada. La situación inesperada había convertido la salida en una retirada apresurada. Mientras me alejaba, reflexioné como la complicidad de la noche anterior se había enfrentado a la realidad, y decidí tomármelo con humor mientras continuaba mi camino, con una nueva historia para compartir.

TagsCerro Alegreciudadcronicasculturapuertovalparaíso
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