La Facultad

Fue hace unos años, de esos tiempos que el Metro Schop había cerrado y dado paso a la Facultad. De esa época en que las Escudos salían luca, las Bálticas quinientos y con cinco lucas te alcanzaba pa’ carretear toda la noche, comer un completo en los carritos y volver a la casa en colectivo.
Y ahí estábamos, en la facultad a mitad de la semana en pleno verano, celebrando el cumpleaños de uno de mis mejores amigos. El Sabino limpiaba las mesas y te webiaba cuando pasabas al baño. Ya llevábamos varias horas encerrados en la oscuridad de ese bar, las cervezas se acumulaban en la mesa, el humo de los cigarros creaba una nube que escondía las cabezas de los asistentes y los ratones merodeaban por las mesas vacías que eran la mayoría.
Tres o cuatro mesas eran las ocupadas, en dos de ellas un par de parejas se prometían de ese amor eterno que dura mientras dura la borrachera y se diluye tan rápido como empieza a asomar la caña. La otra mesa era ocupada por cuatro raperos que improvisaban sus rimas al ritmo del beatbox hecho por uno de ellos, y en la última al fondo estábamos nosotros, Felipe el cumpleañero, Hugo con su clásica polera con un mensaje que hoy sería catalogado como machista, Luis y yo.
Seguía avanzando la noche y cada vez que el Sabino pasaba por nuestra mesa retirando las botellas, reclamaba por el grupo del otro lado…que pararan de meter ruido, que estaban puro webiando, que tenían menos gracia que él en pelota, entre otras frases que lanzaba al aire. El reloj ya marcaba las 2 Am y solo quedaba el Sabino, el otro grupo y nosotros, los vasos ya estaban más vacíos que la canción de los Cadillacs y ese fue el momento en que se pudrió todo.
El tradicional recogedor de botellas agarró la tapa de una y la lanza hacia el grupo que seguía improvisando su free style, rebota en una cabeza para después caer dentro de su vaso. En nuestra mesa todos seguimos la trayectoria del proyectil casi hipnotizados, la vimos caer y continuamos la conversación. Solo un par de segundos después escuchamos el ruido de las sillas arrastrarse y unos pasos que se acercaban a mis espaldas. -¡Qué nos andan tirando weas feos culeados! Sorprendidos y un poco muertos de la risa, les explicamos que había sido el Sabino quien los bombardeó con el proyectil cervecero, al mismo tiempo veíamos al ágil lanzador como arrancaba y se escondía en el baño. En la cara de los agredidos se notaba que las explicaciones no les importaban y buscaban solo una justificación para armar una pelea. Nosotros, tan borrachos como pa’ no tomarnos todo en serio y tan sobrios como para entender que una tapa no es motivo pa’ andar peleando y menos cuando celebras un cumpleaños, los mandamos educadamente a webiar a la tierra de Rangers y nos retiramos del local.
Salimos, la noche estaba agradable y el paradero se encontraba justo frente al bar, nos sentamos y quedamos ahí conversando mientras esperábamos el colectivo. No alcanzaron a pasar dos minutos y los cuatro jugosos salieron, comenzaron nuevamente a increparnos (una forma bonita de decir webiarnos). Pa’ evitar dramas y llegar luego a la casa a comer algo, nos retiramos y caminamos hacia el próximo paradero. Estábamos a punto de llegar a la Av. Francia cuando siento una patada en la nuca, mareado e intentando recuperarme miro hacia los lados, los otros cuatro tipos nos intentaban atacar con cuchillos, ahí fue cuando el tiempo se congeló y debes decidir si eres golpeado o te defiendes. Alcanzamos a reaccionar a tiempo, uno de los intentos de puñalada rozó a Felipe dejándole un pequeño corte a la altura del esternón. Estábamos en desventaja, ellos armados y borrachos, nosotros solo borrachos. La pelea fue corta, en menos de 2 minutos uno de los grupos estaba en el suelo sangrando y sin sus armas en las manos. Los habíamos logrado reducir, pasaba el tiempo y carabineros no aparecía…después de una espera eterna por fin vimos aparecer las balizas, les hicimos señales, contamos nuestra historia y equivocadamente pensábamos que ahí se terminaba la noche….CONTINUARÁ