De paseos y pensamientos por Valparaíso

En el plan anchos de calles que hablan de una capital, monumentos que hablan de internacionalidad, añosos edificios que dan cuenta de una época de auge económico, algunos que siguen hasta hoy en día en pie, a más de cien años de su construcción y con terremotos a los que supieron sobreponerse, soportan el centro de Valparaíso. Este reconocido puerto principal de Chile sorprende a quien lo visita, más aún considerando que alguna vez su acceso principal fue desde el mar, desde donde se ve como se va levantando la ciudad en los cerros que caen abruptamente al mar, lo que forzó la extensión del plan, parte baja de la ciudad que en algún momento fue agua de un mar que reposaba tranquilo, protegido del Océano Pacífico por este brazo de tierra.
En los cerros es donde aparece la vivienda, la sensación a la hora de caminar es muy particular, un caminar por el cerro y su quebrada, la topografía se vive en la ciudad y es la que impone el orden. La magia de las curvas, quizás es la magia misma de la naturaleza, expresada en la calles que las siguen, generando una ciudad más orgánica al contexto, en donde la pendiente es la que nos propone un habitar.
Un caminar que gira y se quiebra siguiendo el camino, pasos que miran donde pisar. Una estrechez, una intimidad que se deja sorprender por el pasar del camino; un no saber lo que se vendrá, un estar en cada paso, sombra y sol muy contrastados por la pendiente. Cada detención se hace un mirar, cada peldaño se hace un mirador, mirador de un mar que se hace presente más en el cerro que en el plan. Cambios de temperatura que te hacen sentir el lugar por la humedad y a veces vegetación que florece y coexiste en la misma ciudad. Piernas que sienten la ciudad en el cuerpo, ruidos que llegan muy de cerca rebotando por la estreches de la calle, a ratos como si el cerro comenta lo que la ciudad grita…
Valparaíso nos enseña que la ciudad es de todos, las áreas comunes son nuestras, debemos ocuparlas y cuidarlas como tal. Aparece escasamente el antejardín en las viviendas, generando un brusco entrar de lo público de la ciudad a lo íntimo del hogar, apropiándose de ese primer afuera, haciendo que la calle sea parte de la casa o alguna escalera, contexto próximo que se hace momento por un acto que aparece sugerido definidamente en negativo en algún lugar de la ciudad y su pendiente. Así aparecen los múltiples vecindarios, una ciudad llena de barrios, habitados permanente y esporádicamente por el pasajero, pasajero constante que en ocasiones se hace parte de algún asado que se ve en esa calle – patio.
Se pueden decir tantas cosas de Valparaíso, una ciudad bombardeada por incendios que se para una y otra vez, basura que habla de puerto, olores que hablan de vida, óxido que dice de abandono. No es la belleza de lo nuevo que hoy tanto se busca lo que la hace lo que es, sino de lo propio, de esa personalidad que todo quien haya visitado Valparaíso conoce. Escenario de una película , múltiples lugares que aparecen por los cerros, que hacen sentir que la obra esta pasando, dando carácter a su pueblo. A ratos de la sensación de que esta ciudad es un organismo vivo que decide su destino por sobre quien la habite.
Autor: Matías Muñoz.
Matías es Arquitecto, docente de la carrera de Arquitectura en la Universidad Andrés Bello, amante de Valparaíso, sus calles, edificios y todo lo que compone el loco diseño de nuestra ciudad.