Especial 14 de febrero: La Reina del Victoria
Nos veíamos de lunes a viernes a bordo del Reina Victoria, a la misma hora y sin fallar. Nunca nos hablamos, pero nos saludábamos con ese movimiento de cabeza que se da entre esos conocidos que no son tan conocidos y comparten solo unos segundos de compañía. Así pasaron un par de meses, recuerdo que era junio porque el frío ya estaba pegando fuerte y se veía poca gente en la calle.
¿Prefieres salir tú primero o me voy yo antes? Me preguntaba mientras la veía ponerse la ropa, el encuentro había sido rápido, intenso, de esos que las parejas que llevan muchos años de casados ya ni se acuerdan ni añoran. Da lo mismo, respondí, yo no soy el que tiene al esposo al frente del motel, puedo salir y nadie se dará ni cuenta.
Su mirada era una mezcla de perversión y enojo, de improviso se comenzó a desvestir lentamente, percibiendo el efecto que su jugueteo causaba en mí. Su blusa, al piso, mi camisa al mismo destino del que unos minutos antes la había recogido. Se acerca, me toma por la cintura, mientras al oído susurra “Ese fue un golpe bajo y me lo vas a pagar”.
Lo pagué un par de veces más.
Nos veíamos de lunes a viernes a bordo del Reina Victoria, a la misma hora y sin fallar. Nunca nos hablamos, pero nos saludábamos con ese movimiento de cabeza que se da entre esos conocidos que no son tan desconocidos, comparten unos segundos de compañía y algo más.
Fotografías: Maritza González